En esta larga etapa, donde la obra navega por un mar en el que moran las muchas realidades del negro, encuentran su desarrollo acontecimientos plásticos que determinan la presencia de lo oculto, lo hermético, lo no evidente, el silencio, y ante los cuales el lenguaje encuentra restricciones para establecer una descripción aceptable, surgiendo de ellos una iconografía inherente a ese mundo interior.
Y la pictórica presencia de la luz.